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Reinventarse, ¿es posible? Un experto nos lo explica

En esta época es común escuchar de nuevos inicios y de intenciones de ‘reinventarse’, pero ¿es este un propósito realista?

Ha llegado a su fin el primer mes de este 2023, la emoción del año nuevo ha pasado y es momento de hacer frente a las realidades del momento en el que estamos viviendo. Es precisamente en esta época en la que se populariza la idea de ‘reinventarse’, hacer cambios positivos para tener una mejor relación consigo mismo. Pero esta palabra suele usarse también en otras ocasiones, quién no ha escuchado de alguien que termina una relación y busca una ‘reinvención’ o de alguien que se muda a otro país y busca dejar su pasado atrás. En una época en la que el bienestar es premiado, la idea de hacer los cambios necesarios para mejorar, se vuelve una latente. Pero, más allá de las frases inspiracionales de las redes sociales, a un nivel psicológico, ¿qué tan realista es la idea de ‘reinventarse’? Para salir de dudas y entender más a fondo esta situación, hemos entrevistado al psicoterapeuta Aldebarán Toledo Fernández, quien además de contar con un doctorado en Neurociencias de la conducta, cuenta con una maestría en Neuropsicología clínica y compagina su labor con la docencia en la Universidad Anáhuac México, lo que nos da un panorama mucho más amplio sobre la trascendencia de hacer cambios en nuestra persona.

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¿Qué tan factible es ‘reinventarnos’?

Empezando por la cuestión más básica, hemos querido ir al meollo del asunto y saber si es realista pensar en la posibilidad de ‘reinventarnos’. “Bueno, es una fe fundamental en nosotros los psicoterapeutas o no tendría sentido nuestro trabajo: la posibilidad de cambio en los consultantes. Esto tiene que ver con el aprendizaje, que es el cambio en la conducta por efecto de la experiencia, de la observación de otros o de la instrucción verbal que recibimos de los demás (como en la escuela)”, nos responde el doctor Aldebarán al hacerle esta pregunta, profundizando en su explicación.

“Pero la expresión "reinventarnos" va más allá. Supone que este cambio resignifica nuestra identidad. Por ejemplo, pasar de decir "yo fumo" o "yo soy fumador", a afirmar con certeza "yo no fumo" o "yo no soy fumador". De hecho, la investigación psicológica señala que la formación y mantenimiento de nuevos hábitos se facilita más cuando reorientamos nuestra identidad a través de nuestro lenguaje; así, se hace más probable dejar de fumar cuando rechazamos esa identidad, como en la expresión "yo no soy fumador" en vez de "yo ya no fumo" o "yo ya lo dejé", porque de alguna manera seguimos anclando nuestra identidad a ese pasado”, nos desarrolla.

“Al cerebro no le gusta la incongruencia (porque toma mucha más energía procesarla). Si yo tengo el deseo de comenzar ejercicio, pero me digo a mí mismo que "no soy una persona atlética", es menos probable que llevemos a cabo la conducta para sostener una identidad más positiva. Es claro para el cerebro: "no soy atlético, por tanto, no hago ejercicio hoy"”.

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¿Es sano hacer este tipo de cambios?

Al cuestionar al doctor sobre la relevancia de tomar este tipo decisiones cuando de salud mental se trata, nos explica: “En lo general, sí. La primera razón es porque usualmente estos cambios que deseamos hacer al inicio del año tienen algún objetivo positivo de crecimiento personal…La segunda razón, y creo que la más importante, es porque esta motivación al cambio promueve algo que en psicología llamamos locus de control interno: la percepción de que las cosas que hacemos ocurren por nuestra voluntad, porque nosotros así las decidimos. Hay amplia literatura científica sobre cómo personas con un mayor locus de control interno tienden a mostrar mejor salud mental que personas que perciben que las cosas ocurren por causas externas a ellas. Entonces no son sólo los beneficios de formar el hábito del ejercicio o de la lectura, por continuar con esos ejemplos, sino el beneficio psicológico fundamental de que nosotros hemos decidido eso y hemos tenido éxito”.

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¿Cómo prepararse para los nuevos inicios?

Al exponerle al doctor esta pregunta, ejemplificábamos situaciones como una ruptura amorosa, el fin de una relación laboral o una mudanza, y él nos dio respuestas pertinentes para cada una de ellas. “Claro está, son tres escenarios con características muy particulares. En el caso del fin de una relación laboral o de una mudanza, tener información detallada de los procesos, las consecuencias y las opciones, ayuda muchísimo a estar más efectivamente preparados. No es lo mismo que el fin de una relación laboral me tome sin currículum vitae actualizado, sin ninguna idea de en qué otros lugares puedo laborar o sin ningún contacto de trabajo en el cual pueda yo apoyarme, que si me toma con al menos dos de estos factores previstos”.

“La dinámica de la separación amorosa me parece un tanto más compleja. A veces, las relaciones terminan abruptamente cuando no parecía haber indicios claros de deterioro. A veces somos ciegos a las pequeñas evidencias, desde luego. En cualquier caso, creo que siempre estar en una mejor posición de control de mí mismo y mi entorno, es la mejor manera de estar preparados para estas rupturas (y a veces, de hecho, las previenen). Es mucho más difícil procesar una ruptura amorosa si además de eso me encuentro con salud y finanzas descuidadas, o sin metas individuales actualizadas para mi vida”.

La pregunta del millón, ¿la gente verdaderamente puede cambiar?

En el imaginario colectivo se llega a manejar la creencia de que la gente simple y sencillamente, no cambia, pero, ¿qué dicen los profesionales al respecto? El doctor Aldebarán nos da su punto de vista: “La respuesta más directa es: sí. Tenemos la facultad de aprender y reaprender nuevos comportamientos y patrones de pensamiento. Como te decía, esto es piedra de fe de la psicoterapia, pues es lo que frecuentemente buscamos en los consultantes”.

“Sabemos esto incluso a nivel biológico, pues el cerebro es plástico, lo que significa que todo aprendizaje que tenemos implica micro-cambios reales, observables con instrumentación especializada. Cada vez que aprendemos, se forman nuevas conexiones, aparecen nuevas ramificaciones entre neuronas, se secretan más o se reciben mejor los neurotransmisores, etc. Esto es evidencia de que, en efecto, podemos cambiar”.

“Una respuesta más compleja sería que, si bien sí podemos cambiar, lo hacemos dentro de ciertos límites dados por nuestras disposiciones temperamentales, nuestras experiencias más tempranas, nuestro círculo social, las condiciones socioeconómicas en las que vivimos, y un largo etcétera. Esto es como en un juego de ajedrez (o en cualquier otro juego): podemos ajustar la forma en la que jugamos una partida si estamos viendo que las cosas no van como deseamos, pero estos ajustes siguen estando delimitados por las reglas del juego”.

“Es muy importante tomar en cuenta esto, pues fijar objetivos de formación de hábitos sin considerar estos factores puede llevar a frustraciones. Por ejemplo, si yo quiero ir a saltar la cuerda 20 minutos al parque, pero no hay parques por donde yo vivo y llegar a uno me tomaría más tiempo del que dispongo, ¿qué puedo hacer? Mi propósito tendría que reajustarse, al menos inicialmente, a mis condiciones reales. Quizás me convenga empezar haciendo lagartijas en la sala de mi casa”, nos explica el experto.

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